FRANCISCO CARRIÓN
Desde El Cairo
El autodenominado Estado Islámico (EI) entró ayer en escena en Túnez al reivindicar la autoría del ataque contra el Museo del Bardo que se cobró la vida de 23 personas, entre ellas una veintena de turistas extranjeros. “Le decimos a los infieles que se sientan sobre el pecho de la Túnez musulmana: esperad las buenas nuevas de que os haremos daño porque lo que habéis visto es la primera gota de lluvia, si Alá quiere. No disfrutaréis de seguridad ni os será concedida la paz mientras el Estado Islámico tenga hombres como estos que no se duermen en mitad de los agravios”, advirtió la organización yihadista en un breve comunicado de audio divulgado por Internet.
Hasta su anuncio, la presencia del Estado Islámico en Túnez –el único de los países donde las revueltas árabes hicieron germinar una transición democrática, ahora amenazada– era casi inexistente. A diferencia del resto de naciones de la región, carecía de estructura y ningún grupo local había jurado lealtad al califato proclamado en Siria e Iraq.
El único antecedente del Estado Islámico en suelo tunecino se remonta al pasado setiembre cuando algunos miembros del batallón Uqba bin Nafi –un movimiento yihadista formado por la rama local de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y Ansar al Sharia– juraron lealtad al “califa de todos los musulmanes” Abu Bakr al Bagdadi.
Desde entonces el Estado Islámico había redoblado sus llamadas a los yihadistas tunecinos para que se sumaran al grupo que ha hecho sombra a Al Qaeda en el liderazgo de la yihad global.
LA RADICALIZACIÓN AVANZA
“En las últimas semanas habían circulado avisos de ataques inminentes en Túnez a través de cuentas de Twitter vinculadas al Estado Islámico”, relata a El Comercio Jasmine Opperman, directora de Terrorismo en el Consorcio de Investigación y Análisis Terrorista. “Hasta ahora la presencia del Estado Islámico en Túnez se había visto desde el punto de vista de que el país era uno de los principales proveedores de combatientes extranjeros pero el ataque indica que hay una presencia organizada del Estado Islámico”.
En efecto, Túnez –cercado por dos países claves en el yihadismo como Argelia y Libia– es un centro de reclutamiento vital para las huestes del califato. Según el Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización, entre 1.500 y 3.000 tunecinos batallan en Siria e Iraq. Es la cifra más alta de muyahidines (guerreros santos) procedentes de Medio Oriente, por encima de Arabia Saudí (entre 1.500 y 2.500), Marruecos (1.500) o Jordania (1.500). Su participación también resulta destacada en la vecina Libia, donde unos 4.000 tunecinos se han integrado en las filas del Estado Islámico. Precisamente el ataque –que tuvo como objetivo inicial el Parlamento– es un acto de revancha por el asesinato hace unos días de Ahmed Ruisi –Abu Zakariya al Tunisi, por su nombre de guerra–, un tunecino que lideraba el Estado Islámico en Libia e involucrado en la muerte de los líderes opositores Chokri Beliad y Mohamed Brahmi en el 2013.
Su muerte en el campo de batalla podría haber acelerado el interés de Estado Islámico por desembarcar en Túnez. “Ahora que han logrado la lealtad de Boko Haram [Nigeria], el Estado Islámico intensificará sus esfuerzos en torno a Uqba bin Nafi”, señala a este Diario el experto en yihadismo Ayman al Tamimi. Los dos jóvenes que abrieron fuego en el Museo, Yasin al Obeidi y Jaber al Kashnawi, pertenecerían al grupo local. Según el diario “Al Shuruk”, Al Kashnawi era oriundo de la provincia de Kasserine, fronteriza con Argelia y cantera de extremistas. En el monte Chaambi se sitúa el cuartel general de la insurgencia yihadista en Túnez. El joven –fichado por los servicios de inteligencia tunecinos– había desaparecido hace tres meses y solo contactó en una ocasión con su familia a través de un número de teléfono iraquí.
Consciente de su potencial entre una población asolada por el descontento, el Estado Islámico ha dirigido su propaganda hacia tierras tunecinas. En diciembre su división mediática difundió un video titulado “Un mensaje al pueblo de Túnez” en el que desde los dominios del califato tres yihadistas tunecinos exhortan a “revivir la tradición del asesinato en Túnez”. “Llamo a mis hermanos tunecinos en general y a mis hermanos de las montañas en particular a seguir a sus hermanos de Libia, Argelia, Arabia Saudí, Yemen y Sinaí [la península egipcia] y jurar lealtad al emir de los creyentes”, clamó uno de los yihadistas. Ayer en Twitter un simpatizante del Estado Islámico sentenció eufórico: “los leones de Túnez han despertado gracias a Alá”.
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